La lectura que entregamos en estas líneas, están desarrolladas desde la apreciación de ver el contexto político nacional colombiano marcado por un momento en que la llamada “transición pactada”, deriva hacia la “transición bloqueada”. Pensamos que la solución de este nudo crítico fundamental solo puede ser desatado desde la conducta y táctica de vorágine instituyente permanente, no la convocatoria constituyente, que en las condiciones actuales solo puede ser un recurso tutelado por las reglas del régimen de poder, al no existir un desborde revolucionario capaz de dotar al acto constituyente en soberano. El llamado que el presidente Gustavo Petro hiciera durante el año 2023, hoy se hace vigente:
» Yo no quiero, no quiero una sociedad doblegada al gobierno, no quiero una cooptación del movimiento social; lo que quiero es que haya movimiento social, lo que quiero es que exista una sociedad viva, la sociedad que se mueve es la que está viva, la sociedad que se aquieta es la que se muere. Aquí llegó el momento de levantarse, el Presidente de la República de Colombia invita a su pueblo a levantarse, a no arrodillarse, a convertirse en una multitud consiente de que tiene en sus manos el futuro, el presente, de que puede tener en sus manos el poder. Quiero una sociedad empoderada, independiente del gobierno. Si fallamos, pasen por encima de nosotros, si lo logramos, le entregaremos a estas generaciones que vienen un país digno, un país con historia, un país con la frente en alto, un país que conquiste en realidad la justicia social, sus derechos y la democracia. Solo una sociedad que se mueve podrá construir una Colombia Potencia Mundial de la Vida.» (Petro Gustavo, 2023)
Recordemos como el desborde instituyente debe ser entendido como la activación del poder de la comunidad, del pueblo, es el poder soberano en escena señalando un nuevo horizonte de historicidad (Stoessel,2021), es instituyente si implica un hito disruptivo, desestabilizador y de ruptura con el orden de poder existente. Solo desde esta interface de movilización cobraría sentido la tarea “constituyente”.
Buscando reflexionar sobre las potencias actuales para encarar este reto, exploramos a continuación diversos problemas del bloqueo de las reformas y el conjunto de la gobernabilidad progresista como eje de la transición, la actual favorabilidad del gobierno y las trayectorias ideológicas de los electores, en una próxima entrega ahondaremos en las características del “golpe blando” que se despliega sobre el presidente Gustavo Petro, solo baste recordar que el golpe blando en la experiencia latinoamericana es el preámbulo del golpe sangriente.
Este documento ha sido producido a partir de la discusión colectiva en diversas jornadas del equipo de análisis de escena política, es en lo fundamental un documento borrador orientado a enriquecer el debate.
- DE LA TRANSICIÓN PACTADA A LA TRANSICIÓN BLOQUEADA
En mayo del 2022, arrastrados por el optimismo del triunfo progresista afirmamos:
Si bien el orden del capital en sus relaciones de propiedad no será desafiado, por ahora, nunca existió en el país la convergencia de factores que permiten valorar como viable la transformación del régimen político construido sobre la eliminación física del opositor. Se ha configurado una correlación social de poder que permite avanzar en la ruptura del orden de poder contrainsurgente (Franco, 2014), el cual ha sido el modo de regulación de un particular tipo de acumulación afincada en el saqueo y la desposesión violenta. (Monitor,2022)
Desde el inicio de nuestro trabajo de análisis, hemos entendido la categoría de la transición, como un ciclo de rupturas permanentes con las coaliciones y relaciones de poder que reproducen la dominación y perviven en el régimen político oligárquico. Esto significa que no la podemos comprender como un acto súbito o teatral de abrir y cerrar el telón, no es una ruptura súbita, es un encadenamiento de rupturas que resquebrajan, fracturan y finalmente destruyen las relaciones de dominación.
Las características de la escena política antes de que el proyecto progresista asumiera el gobierno, como la explosión social de 2021, junto con la agenda de cambios que este proponía, nos permitían apreciar que se estaba iniciando un ciclo de «transición». Esta transición, en el contexto de la correlación de poder en Colombia, se configuraba como un proceso de transición pactada, lo cual implicaba abrir el campo de alianzas con actores no populares para ampliar su base de apoyo y viabilidad, teniendo como consecuencia la reducción en la profundidad de las transformaciones que se pretendían alcanzar.
Un elemento indicativo central del modelo de transición pactada ha sido el trámite de las reformas en el congreso durante estos dos años de gobierno progresista.
La agenda de cambio, en clave de reformas, sin significar una ruptura profunda con el modo de regulación neoliberal, ha encontrado una resistencia feroz en el parlamento.
Buscando una coalición posible para este moderado cambio, el presidente Petro ha jugado intensamente en la interlocución con el empresariado. Las propuestas del presidente sobre el cambio parecieran ser hegemónicas e incontestables por parte del empresariado y el gran capital desde los argumentos de su urgencia, pero en su práctica, han lanzado a sus alfiles políticos en el parlamento a liquidar el cambio. Es la expresión de los intereses profundos del capital.
El esfuerzo de Petro frente al empresariado, tal vez haga parte de la ilusión de buscar y encontrar una burguesía nacional, es decir, centrada en la activación de los factores productivos nacionales, que liquiden la dependencia y el rentismo; a la par que construyen un proyecto de nación equitativa. Incluso desde el campo de izquierda, tal vez creímos ver factores de burguesía “modernizante” interesados en que la explosión controlada, lo cual implicaba su alineamiento con cambios importantes en la estructura garantista del Estado.
Pero al final la realidad ha venido a mostrar que no hay tal alineamiento estratégico de este bloque de poder (Burguesía modernizante), con una agenda mínima de nación y equidad. La experiencia histórica y el actual contexto muestran que la llamada burguesía modernizante no es hegemónica en el bloque de poder, por el contrario, es arrastrada por el bloque narco-financiero y termina convalidando el libreto retardatario en lo político, económico y social. Al final, los cocteles de los matrimonios de los hijos de las élites reúnen sin pudor a todas las burguesías en un profundo abrazo de clase.
Si bien el proceso de transición pactada no apuntaba a la transformación estructural de la sociedad colombiana en clave anticapitalista, si apostaba al cambio del modo de regulación y régimen de acumulación neoliberal. El nuevo modo de regulación buscaría crear un régimen con la orientación garantista en los DESC, así como recuperar mayor espacio a la regulación e intervención estatal, tanto en el manejo de sus empresas como en los instrumentos arancelarios o incluso en el manejo monetario de tasas de interés que el banco de la república maneja con tanto juicio en beneficio del capital financiero nacional e internacional, antes que de la activación productiva del país.
A dos años del gobierno progresista y el intenso debate de las reformas, es pertinente preguntarnos: ¿Qué relaciones de poder se han agrietado, o resquebrajado en la sociedad colombiana?, esta pregunta cobra validez si aceptamos el concepto de transición como rupturas en el régimen de poder; la respuesta desde la constatación de la cadena de eventos de estos dos años, nos lleva a afirmar, que no se ha fracturado el orden de poder en su régimen neoliberal, ni en su enjambre contrainsurgente, “la transición está bloqueada.”
Los elementos anotados en los párrafos anteriores, muestran que pasamos de la insubordinación popular a un momento de gobierno de coalición como elemento central del modelo de transición “pactada”. Esto venía a indicar que Petro no era la expresión o representación del levantamiento popular sino del miedo a este levantamiento, es decir, la magnitud del movimiento no expresaba la calidad para instaurar una ruptura profunda en el régimen de dominación, pero sí para que una fracción de la burguesía modernizante y la opinión de la clase media rodearan a Petro para avanzar en la explosión controlada.
Los sectores de “centro” y de la “burguesía modernizante”, se ligan a la coalición que llevó a Gustavo Petro al gobierno y a la participación en diversas carteras ministeriales, no buscando pactar alrededor de una agenda mínima de cambio, sino servir de obstrucción al cambio, su tarea era aumentar el grado de fricción que hiciera colapsar la agenda social y la legitimidad del gobierno.
Petro como actor era consciente de esto, pero la composición del parlamento, desde la narrativa gubernamental y de sus más ciegos seguidores, plantea que no había opción diferente, pues es necesario un gobierno de amplia base que garantice la gobernabilidad. En la práctica el gobierno quedó atrapado en un particular juego de coaliciones situacionales por cada proyecto, con la inestabilidad congénita que esto supone en el éxito de la agenda legislativa y en la composición del gobierno, el cual ha estado sujeto a resquebrajamientos burocráticos permanentes en función de las alianzas pactadas.
Tuvo éxito en la reforma tributaria, en el plan de desarrollo, no en la laboral y pensional, mientras que la de salud fue ahogada en su trámite final, si bien hasta último momento el gobierno intentó salvarla a partir de la creación de una coalición situacional que la rescatara. Sin embargo, la intervención de las cortes de Justicia ha venido derrumbando estos pocos logros, como la tributaria en particular, aunque pudiera extenderse a la pensional.
La búsqueda de un gobierno de amplia base ha tenido como invitados a los sectores políticos tradicionales, cayendo sin recato en laberintos clientelares que dejan un mal sabor y una conclusión nítida sobre el colapso de la transición esperada; si ni siquiera el cambio parcial en lo social hacia un Estado garantista es posible, es impensable esperar condiciones para pactar la transición hacia la ruptura del enjambre contrainsurgente (Jurídico, fuerzas militares, paramilitares, entre otros), condición de cualquier proceso real de transición.
3. APROBACIÓN DEL GOBIERNO PROGRESISTA Y TRAYECTORIA DE LAS IDENTIFICACIONES IDEOLÓGICAS.
- Trayectoria de la favorabilidad y aceptación del gobierno progresista.
Según datos de Registraduría, más de 22 millones de personas votaron en la segunda vuelta del año 2022 (22.576.844) de un total de 39 millones de personas habilitadas (39.002.239), esto es una participación del 57,88%.
El saldo fue de 50,4% para Gustavo Petro, el cual expresaba el voto de izquierda, de centro y una centro derecha interesada en vivir una explosión controlada. Por su parte Rodolfo Hernández obtuvo y 47,3%, representando a la ultraderecha y a la centro derecha antipetrista. Con excepción de Bucaramanga, en las principales ciudades se impuso Gustavo Petro, a pesar de la absurda narrativa de que había ganado en la Colombia profunda, no en lo urbano. (Tabla N° 1)
TABLA N° 1. ELECCIONES PRESIDENCIALES 2022 EN LAS PRINCIPALES CIUDADES
VOTOS PETRO | VOTOS RODOLFO | |
Bogotá | 2.253.997 | 1.480.198 |
Medellín | 372.356 | 684.161 |
Cali | 657.597 | 349.510 |
Barranquilla | 358.785 | 190.945 |
Cartagena | 268.863 | 121.027 |
Bucaramanga | 70.764 | 252.017 |
Fuente: Registraduría Nacional
El 50,4% de los votos que Gustavo Petro obtuvo en el conteo general marcó el inicio de un proceso en el que, con el paso de los meses, se desvaneció la dimensión emocional que respaldaba esta alta valoración, surgiendo en la ciudadanía una mayor expectativa por los resultados del gobierno. Es natural, en el contexto de la gestión gubernamental, cualquier oposición trabaja arduamente para llevar a la opinión pública hacia una evaluación racional de la gestión del gobierno. Este esfuerzo se ve acompañado por un desgaste derivado de las disputas con diversas coaliciones políticas adversas y de los errores propios del gobierno, así como por una estrategia mediática que busca socavar la legitimidad del mandatario.
En consecuencia, con lo anterior, después de la elección presidencial, Petro asciende para ese mes de mayo de 2022 a 62 % de favorabilidad, la cual mantiene durante los meses finales del 2022, sin embargo, en el 2023 comienza a decrecer la percepción favorable hacia su gobierno y a incrementarse la desfavorable. (Tabla N° 2)
TABLA N° 2. TRAYECTORIA DE LA FAVORABILIDAD DEL PRESIDENTE GUSTAVO PETRO
FAVORABLE | DESFAVORABLE | NO LO CONOCE | |
Agosto 2022 | 62 | 29 | 9 |
Noviembre 2022 | 62 | 31 | 7 |
Marzo 2023 | 52 | 40 | 8 |
Junio 2023 | 42 | 55 | 4 |
Septiembre 2023 | 40 | 55 | 5 |
Noviembre 2023 | 35 | 59 | 6 |
Febrero 2024 | 42 | 54 | 4 |
Junio 2024 | 38 | 59 | 3 |
Fuente: Polimétrica-Cifras y conceptos
Para febrero del 2024, su favorabilidad asciende hasta el 42%, mostrando un incremento de 7 puntos en la imagen favorable del presidente, sin embargo, para este junio de 2024 se sitúa en 38%, decreciendo 4 puntos.
A pesar de la caída tendencial en la valoración positiva del gobierno progresista, a dos años de gobierno este indicador se sitúa en un nivel aceptable de valoración, esto a pesar del peso de los escándalos familiares o políticos propios, de la ineficacia de una gestión inicial que enredada en la burocracia no encuentra la vía eficaz de ejecución presupuestal, además claro está del factor definitivo del juego desestabilizador y de bloqueo a la gobernabilidad que la ultraderecha a desplegado desde la institucionalidad legislativa, judicial y de organismos de control como la procuraduría y el CNE.
Aun con todo lo anterior, la aprobación del gobierno progresista no ha tocado fondo en lo fundamental por el momento de respiro que la estabilidad en la tasa de cambio le ha brindado a la economía.
Sin embargo, lo anterior debemos contrastarlo con la trayectoria de reconfiguración de la derecha, la cual como veremos en los párrafos siguientes ha aumentado el porcentaje de población que se identifica con ella.
- Trayectoria de las identificaciones ideológicas
Si bien la adscripción ideológica refiere a elementos más complejos que una simple opinión expresada en una encuesta, la tomaremos como referencia para el análisis al hacer parte de la voz pública de los electores que desde la condición emocional y situacional del momento en que contestan se asumen de uno otro campo ideológico. (Tabla N° 3)
TABLA N° 3. IDENTIFICACIÓN IDEOLÓGICA ELECTORES URBANOS COLOMBIA %
IZQUIERDA | CENTRO | DERECHA | |
Octubre 2019 | 16 | 44 | 40 |
Octubre 2020 | 23 | 53 | 24 |
Abril 2021 | 21 | 64 | 15 |
Septiembre 2021 | 17 | 71 | 12 |
Marzo 2022 | 23 | 60 | 17 |
Abril 2022 | 25 | 53 | 23 |
Agosto 2022 | 27 | 48 | 25 |
Noviembre 2022 | 30 | 44 | 26 |
Marzo 2023 | 20 | 55 | 25 |
Junio 2023 | 23 | 47 | 30 |
Septiembre 2023 | 16 | 55 | 29 |
Noviembre 2023 | 15 | 52 | 33 |
Febrero 2024 | 16 | 54 | 30 |
Junio 2024 | 17 | 52 | 31 |
Fuente: Polimétrica-Datos y conceptos
Llama la atención en los anteriores datos la rápida variación en la identificación ideológica (Tabla N° 3); teóricamente, desde nuestro marco de análisis, hemos referido la posición ideológica a identidad de clase o conciencia, la cual, no debería variar en el mediano ni en el largo tiempo histórico, sin embargo aquí vemos variaciones muy rápidas de año a año, de mes a mes.
Es importante preguntarnos porque ocurre en los contextos actuales de la sociedad colombiana una variación tan rápida en la identificación ideológica de izquierda a derecha o centro. Por ejemplo, entre abril del 2021 y septiembre del mismo año, en el contexto de la explosión social, la identificación con la izquierda varió de 21% a 17 %, mientras la identificación con la izquierda decrece, la identificación con el centro se incrementa, pasando de 64% a 71%.
Es obvio que la adscripción expresada por los encuestados, está mediada por unas mentalidades que se construyen desde lo situacional y emocional, pero que tienen profundas implicaciones políticas, en el contexto del paro nacional o explosión social del 2021, podemos interpretar esta transferencia de izquierda al centro y de derecha al centro, como una reacción de miedo a la radicalización y la violencia.
En la trayectoria del año 2022, la tendencia de incremento se da en la izquierda y la derecha, el centro decrece; es el contexto de la campaña electoral y el desborde emocional de las diversas adscripciones políticas hacia las polaridades, dándose la caída del centro y el crecimiento paralelo de izquierda y derecha.
Ya durante el 2023 decrece la identificación con la izquierda y sube la adscripción a la derecha, el centro se mantiene tendencialmente uniforme, sin recibir sustantivamente transferencias de ninguna de las polaridades. El contexto explicativo estaría en el desgaste sufrido por la gestión de gobierno, ya sea por errores o por acción de los factores de poder de la derecha, pero el elemento a destacar es la tendencia creciente de la derecha durante este 2023, recibiendo al parecer transferencias desde el centro.
La derecha logra desde finales del 2022 hasta hoy 2024, una recomposición sustantiva, de estar en 12% en septiembre del 2021, logra escalar en noviembre del 2023 a 33% y se ubica en este febrero 2024 en el 30% y para junio en 31%. ¿Qué puede explicar ese fenómeno de recomposición de la derecha, cuando en todos nuestros discursos estamos hablando del colapso y de la crisis del uribismo o es otra derecha la que se recompone? Destaquemos la permanencia del centro como un campo fundamental de las identificaciones ideológicas, lo cual es clave, al convertirse en una cantera de transferencia y aporte a las otras dos polaridades, sin capacidad propia de irrumpir como actor o proyecto, hasta ahora.
Este 2024 para febrero y junio, nos trae otra nueva variación en la que se incrementa de manera relativa y moderadamente la identificación con la izquierda y la derecha, el centro varía ascendentemente en febrero, pero vuelve a decrecer en junio.
Todo lo anterior es fundamental en la construcción prospectiva de la forma del gobierno que asumirá en el 2026, es claro para el petrismo que la reedición de un gobierno progresista en los próximos dos años, implicará un incremento en la eficacia de su gestión y la atracción del electorado del centro político, así no a sus partidos más significativos.
La derecha por su parte arrastra la bancarrota de la opción de ultraderecha expresada en el proyecto uribista, que si bien insiste en recomponerse no sería la opción que la burguesía narco-financiera y la flácida burguesía modernizante elegirán, por el contrario en su apuesta del 2026, buscarán distanciarse figurativamente de la ultraderecha uribista y presentarse en el espectro de centro derecha con un o una candidata que garantice la reproducción del modelo neoliberal y enjambre contrainsurgente sin ninguna alteración; pero que signifique un remozamiento estético y discursivo, en esta dirección podría posicionarse una outsider como Vicky Dávila, la directora de la revista semana o Claudia López, exalcaldesa de Bogotá.
Por su parte los sectores de izquierda arrastrarán la carga del desgaste en la gestión del gobierno petrista, particularmente en la percepción de los sectores de centro, impactará también, la indefinición del “líder petro” para apostarle a la construcción de una sólida fuerza popular y democrática, en su profundo ADN socialdemócrata y concepción de la política como un problema de líder, propósito y atmósfera política obvia el valor de un partido sólido para gobernar y defender lo alcanzado, en sus palabras expresadas en la Asamblea del partido Colombia Humana , no es un hombre de partido ni de movimiento(Petro,2024); es de esperarse que Petro jugará por el contrario a canalizar un esquivo centro y una utópica burguesía nacional. Evitará apoyar opciones de liderazgos que puedan representar una verdadera alternatividad popular como es la opción de Carolina Corcho o Carlos Caicedo, y buscará reflotar opciones como el Quinterismo (Exalcalde Medellín), o una alianza con el santismo alrededor de una candidatura conjunta entre el actual canciller Luis Gilberto Murillo y la parlamentaria María José Pizarro, o cualquier otro actor que no le signifique un viraje a la izquierda pues su afán es seducir al centro.
Cuando hablamos de viraje a la izquierda no cuestionamos la agenda de reformas levantada y defendida por Gustavo Petro, ni su medio electoral de acceso al gobierno, aludimos más bien a la urgencia de priorizar la organización y movilización popular en la presión a la burguesía modernizante para que se incline hacia el campo progresista y no hacerlo desde el conciliábulo clientelar, nos referimos a la urgencia de una política de autonomía y soberanía plena frente a Estados Unidos, no la reproducción de la soberanía tutelada que históricamente ha existido desde la doctrina del realismo de los Estados débiles, posición histórica de la Burguesía Colombiana y que Petro reproduce; también nos referimos al modelo de paz, no uno que solo busque repetir el desarme de las insurgencias sino una transformación profunda del problema agrario y de orden de poder contrainsurgente que continúa intacto.Ω
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